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domingo, 19 de febrero de 2017

En el café




Historias mínimas.
Del autor noruego Kjjel Askindsel ya hemos publicado En la peluquería. En otro lugar social de encuentros y prestación de servicios, en un café, se vuelve a encontrar de nuevo el hombre mayor que tantas veces retrata en sus historias: un hombre rodeado de soledad e incomunicación para el que su tiempo ya ha pasado.


Ficha de audio:
Texto: Kejell Askidsen, sin adaptar.
Narrador: Javier Merchante.
Música: Alexander Franke.
Duración: 3:01
Todos los relatos de esta categoría con sus textos reunidos, aquí.
El texto, aquí.










sábado, 11 de febrero de 2017

Eclipse


Historias Mínimas.
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva.
Eclipse, de Augusto Monterroso.

Ficha de audio:
Texto: Augusto Monterroso.
Narradora: Pepa Carrasco.
Fray Bartolomé: Javier Merchante.

Todos los relatos de esta categoría reunidos, aquí.




sábado, 4 de febrero de 2017

El puñal



Historias mínimas.
Otra vez la sincera intimidad con los objetos. La fascinación que produce en Borges su ausencia de vida, que es por otra parte la medida de su grandeza, la condición de su inmortalidad. Pero el puñal es algo más también: es el mensajero de la muerte, el ariete incansable de la historia humana, tanto en sus grandezas como en sus traiciones. Un puñal son todos los puñales, desde aquellos que abatieron a César hasta estos otros que empuñan, temerosos, los rufianes en los arrabales de las grandes ciudades. Mas !qué inutilidad, qué sinsentido el del puñal abandonado en el cajón del escritorio sin una mano que le transfunda su sangre criminal!”

Ficha de grabación:
Texto: Jorge Luis Borges.
Narrador: Javier Merchante.
Música: Alexander Franke.
Duración: 3:06.

Todos los relatos y textos de esta categoría reunidos, aquí.





EL PUÑAL
(Jorge Luis Borges)

En un cajón hay un puñal. Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano.
Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advierte que hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuñadura que la espera; la hoja obediente y poderosa juega con precisión en la vaina.
Otra cosa quiere el puñal. Es más que una estructura hecha de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es, de algún modo eterno, el puñal que anoche mató un hombre en Tacuarembó y los puñales que mataron a César. Quiere matar, quiere derramar brusca sangre.
En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas, interminablemente sueña el puñal con su sencillo sueño de tigre, y la mano se anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada contacto al homicida para quien lo crearon los hombres.
A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fé, tan apacible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles.